Tres personas han sido detenidas por la Ertzaintza esta madrugada en Gasteiz como presuntos componentes de una célula islamista. El grupo tenía su domicilio en la calle Juntas Generales número 26. Absorbidos por nuestros propios problemas de convivencia nunca hubiéramos pensado que nos podría llegar a afectar el fenómeno del islamismo, que parece una realidad lejana e incomprensible para nosotros. Y sin embargo…
El islamismo es una versión integrista de la fe islámica, organizada políticamente y que propugna el terrorismo como una actividad legítima al servicio del Islam. Se trata de un fenómeno que excede por supuesto de los límites del derecho a la libertad religiosa que nunca puede entenderse de tal manera que justifique o de apoyo a actividades delictivas del mismo modo que tampoco puede hacerlo la libertad ideológica o de pensamiento.
Desde los orígenes del período clásico del Islam (del siglo IX al siglo XI) dividen los juristas musulmanes al mundo en dos grupos, la “La Casa del Islam” y “La Casa de la guerra”. (…) Esta división no depende de una mayoría musulmana o de una población numerosa sino de aquel lugar donde el Islam manda, de acuerdo a la Sharia - o donde no manda. Parece evidente que esta dicotomía no es religiosa en el sentido en el que entendemos la religión entre nosotros desde el siglo XVIII, sino política. Entre estos dos grupos habrá guerra en el mundo, hasta que la Casa de la guerra deje de existir y el Islam gobierne en el mundo (Sura 8, 39 u. 9, 41).
De acuerdo a esa versión islamista la comunidad mundial musulmana tiene la obligación de hacer la guerra contra el infiel hasta que los someta o los convierta. Esta guerra se llama Yijad.
Para el islamismo político la comunidad de los musulmanes (Umma) es una comunidad política no simplemente una ekklesia o asamblea de creyentes. Esa interpretación integrista encuentra fundamento en ciertos pasajes del Corán, así:
Sura 9.- 38 y ss. ¡Creyentes! ¿Qué os pasa? ¿Por qué, cuando se os dice: «¡Id a la guerra por la causa de Alá!» permanecéis clavados en tierra? ¿Preferís la vida de acá a la otra? Y ¿qué es el breve disfrute de la vidad de acá comparado con la otra, sino bien poco...? 39. Si no vais a la guerra, os infligirá un doloroso castigo. Hará que otro pueblo os sustituya, sin que podáis causarle ningún daño. Alá es omnipotente. …/…41. ¡Id a la guerra, tanto si os es fácil como si os es difícil! ¡Luchad por Alá con vuestra hacienda y vuestras personas! Es mejor para vosotros. Si supierais...
En Occidente desde el siglo XVIII y como consecuencia de la crítica de las Luces corregida y aumentada por las posteriores versiones mas radicales (véase Nietzsche) y por la erosión que pensamiento científico ha ido causando sobre una interpretación pan-religiosa y teocrática de la vida, las estructuras religiosas han perdido su antigua hegemonía política son dejar por ello de gravitar como elementos de referencia moral y espiritual para muchos individuos.
Esa pérdida de hegemonía no ha sido lineal ni se ha producido sin enormes resistencias, incluso armadas, es por eso que la irrupción de un terrorismo de inspiración religiosa nos confunde porque nos retrotrae a un tiempo que pensábamos ya superado.
Estamos mas o menos cómodamente instalados en esta situación de pluralismo crítico en la que cada uno puede seguir su inspiración y participar si lo desea, desde ciertas reglas de procedimiento en la crítica de todas las ideas -incluidas las religiosas- lo que supone como contrapartida el compromiso de encajar la crítica ajena, con mejor o peor estilo, cuando nos llega de repente noticia del fundamentalismo islámico entre nosotros, en nuestras ciudades, en nuestras calles.
Tendremos que acostumbrarnos al hecho ya indiscutible de que vivimos en un mundo global y que lo que sucede en cualquier parte del mundo –bueno o malo- termina apareciendo también entre nosotros, tendremos que aprender a distinguir el “trigo” de la libertad religiosa y de conciencia, de la “cizaña” del integrismo y del terrorismo, quizá tengamos, como propone Rowan Williams, el Arzobispo de Canterbury, que incorporar, allá donde sea útil y razonable, a nuestra ley civil algunas regulaciones que tengan en cuenta ciertos aspectos del derecho de familia musulmán compatibles con nuestros principios juridico-políticos, como lo hemos hecho con el Derecho Canónico, pero sobre todo tendremos que salvaguardar el espacio público de ciudadanía como un lugar sometido al derecho y a los valores democráticos. Ese espacio es nuestro mayor patrimonio político. Ese es nuestro compromiso como ciudadanos y ciudadanas.
Javier OtaolaSíndico-Herritarren Defendatzailea.
Publicado en EL CORREO 15.02.08
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario